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Mientras bebían, adoraban a sus dioses de oro y plata, bronce y hierro, madera y piedra.

En ese momento aparecieron los dedos de una mano humana y escribieron sobre el yeso de la pared que estaba justo frente a la lámpara, de modo que el rey pudo ver cómo escribía la mano. El rey se puso pálido del susto y estaba confundido; le temblaban las piernas y sus rodillas chocaban la una contra la otra.

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